Luis Miguel Aragón
*Christian Agúndez, guerra adelantada y gobierno ausente
Desesperado y sin mayores efectos resultó el ataque que improvisó la semana pasada el alcalde de Los Cabos, Christian Agúndez Gómez, en contra del diputado federal Manuel Cota Cárdenas. Y digo improvisado porque llegó fuera de tiempo: fue una ofensiva prematura, adelantada, que evidenció la prisa con la que activó a su infantería política sin una estrategia clara.
Todo indica que el novel político cabeño carece de asesores con verdadero colmillo —o, peor aún, que no les hace caso—, porque el mareo que suele provocar la silla del poder termina por llevar a decisiones soberbias y mal calculadas. En política, como en la guerra, el dinero es importante, pero nunca garantiza el triunfo; mucho menos cuando se invierte mal y sin rumbo.
Este episodio, sin embargo, no fue del todo perdido para Agúndez Gómez. Al menos sirvió para exhibir que quienes le doran la píldora y le calientan la oreja, presumiendo supuestas “cinco estrellas” en táctica política, lo han venido engañando. No lograron hacer mella alguna en el legislador federal, y dejaron al descubierto la fragilidad del intento.
Lo que no le han dicho al alcalde —o se han negado a decirle— es que la mejor táctica que puede emplear no está en el ataque, sino en el cumplimiento de sus responsabilidades inmediatas. Gobernar, dar resultados y atender los problemas reales de Los Cabos sería el arma más eficaz y de mayor impacto para cualquier aspiración futura. Lo otro, andar buscando pleitos, lo acerca más a la imagen de un borracho de cantina o de un malandro de barrio que a la de un político serio.
Agúndez Gómez ha terminado por convertirse en un candil de la calle y oscuridad en su casa. Pretende quedar bien con los paceños organizando posadas o paseos ciclistas, mientras a quienes sí les debe cuentas los mantiene a media luz: calles llenas de baches, un servicio de agua potable deficiente y una inseguridad que no da tregua.
Cuando los hechos hablan, las palabras sobran. Para aspirar a un cargo de mayor responsabilidad, primero hay que cumplir con el que se tiene. Todo lo demás es propaganda adelantada y ambición sin sustento. En política, como en la vida pública, no se trata de brincar como chapulín, sino de demostrar, con resultados, que se puede con más.

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